La primera vez que la vi faltaba un año, tal vez menos, para que la mataran. En ese momento, sin embargo, yo no podía ni imaginarlo y diría que ella tampoco. Quedé fascinada con su encanto antes incluso de verla, al entrar al baño y oler su perfume. Tacones de vértigo de suela roja, traje de chaqueta blanco impoluto, media melena lisa, rubia y extremadamente brillante. Me sonrió con amabilidad. De esa que desprenden los que saben que están muy por encima de ti. Sacó su labial del bolso y se repasó los labios con el rojo más bonito que había visto en mi vida. Channel Rouge Allure, tono 837. Fijé ese dato en mi memoria a la espera de que alguien me preguntara qué quería para mi próximo cumpleaños. Estaba claro que a ella no la habían derivado a ese hospital de pijos desde la saturada Seguridad Social. No, ella no era como yo; ella era miembro de pleno derecho del exclusivo club del talonario.
La segunda vez que la vi fue unos meses después. Antes de entrar al baño ya reconocí ese olor que me anunciaba su presencia. Sin embargo, cuando la tuve en frente me resultó difícil reconocerla. Llevaba un traje que se adivinaba caro, pero que estaba claro que había conocido tiempos mejores. Su melena rubia no lucía tan brillante como recordaba. Y sus labios. Unos labios desnudos que apenas tenían fuerza para dibujarme una leve sonrisa a modo de saludo. Me acerqué al tocador y saqué mi labial 837 Rouge spectaculaire de Channel.
Se lo tendí con una sonrisa
– ¿Quieres?
Ella miró con algo de tristeza el pintalabios y después me miró a mí con furia.
-Los labios rojos son de furcia y yo soy una mujer casada.
Se me borró la sonrisa de golpe. Volví a guardar el labial en el bolso y entonces la vi. La tarjeta. Pero no, no podía ser. Esa mujer no era como yo. A las mujeres de su clase no les pasan esas cosas. ¿Por qué iba a aguantar lo que yo aguanté alguien de su categoría? Estaba claro que me la iba a tirar a la cara, pero aún así se la di. Ella leyó el nombre de la asistente social que me había ayudado a salir de todo aquello hace más de dos años, pero no dijo nada. Tampoco me miró. Se guardó la tarjeta en el bolsillo y desapareció dejando en el aire el olor a magnolia.
La tercera vez que la vi fue en una de nuestras reuniones de apoyo. Llevaba el pelo mucho más corto y de un tono cobrizo. Vestía vaqueros, camiseta y zapatillas blancas. En los labios un color berenjena que le restaba años. En cuanto me vio vino hacia mí con una sonrisa. Rebuscó en su bolso y me entregó una pequeña cajita negra. Girl, By Suede matte lipstick de NYX. El color de labios que llevaba puesto y que antes de verme ya sabía que querría. Nos abrazamos y volví a embriagarme de ese olor que no había cambiado porque le pertenecía.
Ella fue la primera en tomar la palabra para contar su historia.
-Hola. Me llamo Elena y hace unos meses una heroína de labios rojos me salvó la vida.
Esa fue la primera vez que escuché su nombre.
Imagen: Vía Kaboompics